Relato: Eterno vagar
Desde que perdí mi vida he vagado por mi país constantemente, sin rumbo, siempre evitando los centros urbanos. Sólo la noche del treinta y uno de octubre de cada año hacía una pausa en mi viaje. Era la única ocasión en la que podía dejarme ver. Con la única idea de encontrar consuelo, me mezclaba entre la gente buscando a alguien, a un hombre que pudiera hacerme compañía, por efímera que pudiera ser. Lo necesitaba. Anhelaba el contacto de un cuerpo cálido, el latido de un corazón, el fervor del amor. Visitaba los lugares festivos y los recorría en busca de un varón que pareciera poseer gran fuerza y la vitalidad de la juventud. Cuando creía dar con el adecuado, dejaba que me viera, clavaba mis ojos en los suyos para después esperarle en un rincón. Él aparecía. Todos lo hacían. Se acercaba con paso confiado, me saludaba, comentaba lo mucho que le gustaba mi supuesto disfraz y me hacía preguntas absurdas, triviales. Cuanto más pasaban los años más segura estaba de que los bu...