Mi primera novela: En el mundo opuesto
Ya está publicada mi primera novela, En el mundo opuesto. Una historia de género policíaco.
ISBN Papel: 978-84-686-2214-9
ISBN ebook: 978-84-686-2215-6
Sinopsis:
Tras ser ascendido, una vieja amiga del inspector Axel Bouvier a la que no veía desde hacía unos dos años, Denise Lambert, es secuestrada por una red de narcotráfico y prostitución. Para recuperarla, Axel se verá obligado a servir a esa organización, pero sus sentimientos y creencias hacia Navista, su acompañante asignada para vigilar sus movimientos, influirán en sus decisiones, creándole conflictos con sus propios amigos.Reseña de la escritora Martina Albeaga aquí.
Compra en Lulu.com y Bubok.es
O en Amazon para Kindle.
Y se pueden pedir en estas librerías y en las asociadas con Libranda, igual que en El Corte Inglés, Google Books, Google Play, iBookStore o Casa del Libro por ejemplo.
Echa un vistazo a la página Mis libros para ver los demás.
En el mundo opuesto es una obra iniciada en el año 2010 y finalizada en el 2012. Es producto de mi inquietud, de mi pasión por la búsqueda de retos creativos y la exploración de la mente, de la capacidad de mi propia mente y de lo que ésta me puede ofrecer.
Buscando siempre actividades creativas, decidí estudiar diseño. Pero no me llenaba, me pareció que la creatividad en ese mundo estaba muy contenida, limitada a demasiadas directrices. Así que di con lo que creía que se ajustaba más a mis preferencias: ¿Dónde se puede dar más rienda suelta a la imaginación que en un libro? Las grandes películas, novelas e historias, todo tiene un texto, una planificación creada de la nada tras de sí en la mayoría de los casos, por breve que pueda ser.
-¿Es En el mundo opuesto la primera historia que empecé a desarrollar?
-No. Es la tercera, pero sí es la primera que termino. Empecé a escribir las anteriores por hobby, por comprobar cómo era plasmar mi propia historia, y comprobé que ya había libros sobre lo que yo estaba escribiendo.
-¿Es la policíaca el estilo de novela que prefiero leer?
-No. Siempre he preferido las novelas fantásticas, las historias surrealistas con sus reglas, criaturas y universos imaginarios e increíbles.
-¿Por qué he escrito una novela policíaca y no una fantástica entonces?
-Para ser sincero, esta historia la inspiró un sueño que tuve, aunque modifiqué la historia original. Reconozco que me ha gustado desarrollar una novela de este estilo, pero tampoco quería empezar mi andadura en la escritura con un proyecto demasiado ambicioso. Puede que una novela fantástica no requiera necesariamente ser muy ambiciosa y desarrollar un universo entero al estilo de El Señor de los Anillos, por ejemplo, lo que considero más costoso. Pero tengo intención de escribir una historia así en un futuro, o al menos de intentarlo. Me encantaría seguir los pasos de grandes escritores como John R. R. Tolkien (El Señor de los Anillos), George R. R. Martin (Canción de Hielo y Fuego) o Margaret Weis y Tracy Hickman (DragonLance) y darme la satisfacción de crear mi propio universo. Me parece todo un reto.
FRAGMENTO DEL LIBRO:
PRÓLOGO
Lyon, Francia, diciembre de 2007
Hace tres días que la policía francesa, en colaboración con la Interpol, capturó al caudillo ruso de una importante red internacional de narcotráfico y prostitución, Viktor Petrov, junto a varios de sus hombres, cuando éstos visitaron la ciudad gala de Marsella. La noticia de la operación salió en las portadas de numerosos periódicos, radios y cadenas de televisión franceses e internacionales.
El sargento de la policía Axel Bouvier fue quien dirigió la captura de Petrov. Su comisario Isaac Blanc, le citó aquel día por la noche en el hotel Reine Astrid para hablar del ascenso del sargento a inspector. Y así se presentó Axel en el hotel a la hora asignada, puntual y contento, a lo que creía que sería una reunión privada con su superior.
Sin embargo, no era una simple reunión, y mucho menos privada. Orgulloso por su sargento, el comisario citó también allí a los compañeros de su subalterno para celebrar no sólo el ascenso, sino también el éxito de la intervención, además del trigésimo primer cumpleaños Bouvier, dándole así una sorpresa al nuevo inspector.
En total eran alrededor de veinte personas en la celebración, entre ellos Marcus, compañero asignado y amigo más cercano de Axel. Entre vítores, alabanzas y bromas al recién ascendido, los compañeros conversaban jovialmente sobre la exitosa operación y sus planes de futuro mientras tomaban unas cervezas sin alcohol.
Reacio a alardear y algo incómodo en aquella situación, el inspector soportaba los comentarios de sus compañeros con una sonrisa. Él era el más receloso de lo que pasaba a su alrededor, por lo que observaba con detalle incluso a los camareros que les servían las bebidas mientras sus compañeros permanecían absortos en su conversación.
La velada transcurrió plácidamente, hasta que los agentes de la ley empezaron a retirarse alrededor de a las dos de la noche. Los compañeros del inspector quisieron irse con éste a seguir con el festejo a algún otro lugar más festivo, con el permiso de su comisario, quien, a pesar de que debían trabajar al día siguiente, les dejó aquella merecida noche y el día siguiente para ellos mientras él se retiraba.
Axel aceptó. En el local al que fueron, algunos de los policías bailaron con compañeros del sexo opuesto y los más atrevidos bailaron solos, de una manera que al resto le pareció lamentable a la par que divertida. Por su parte, el recién ascendido permaneció junto a la barra con algunos de sus compañeros y solo bailó, aunque algo avergonzado, cuando varias de sus compañeras le arrastraron a la vez hacia la pista. Bailó con las chicas, agarrados por la cintura entre sí formando un círculo hasta que algunos de sus compañeros varones se unieron al corro.
Cuando terminó el baile y volvió a la barra, al inspector se le ocurrió sacar su teléfono móvil de su bolsillo para comprobar si alguien había intentado contactar con él en algún momento sin que se enterase. Se sorprendió al ver un mensaje de Denise, su vieja amiga y ex novia del instituto.
Denise Lambert era una relaciones públicas de un importante hotel de París, nacida en Lyon al igual que Axel, que tuvo que trasladarse por trabajo. El inspector no la había vuelto a ver desde hacía unos dos años.
El mensaje decía que la mujer había pedido un par de días libres para ir a verle a Lyon por su cumpleaños porque tenía ganas de verle y recordar viejos tiempos. Dijo que le esperaría en la puerta de su edificio esa misma noche.
El mensaje había sido enviado sobre las diez y media de la noche, y en aquel momento eran ya cerca de las tres menos cuarto. Agradeciendo que su superior le dejase el día siguiente libre, pensó en llamar inmediatamente a Denise para darle una explicación. Se sentía culpable por no haber visto antes en mensaje.
Pero podría haberla molestado si ella se había cansado de esperar y estaba ya durmiendo en algún sitio, así que decidió que la llamaría a la mañana siguiente.
De todos modos, decidió volver a su apartamento por si ella todavía le esperaba. Se despidió de sus compañeros con calurosos abrazos y besos y, rechazando la oferta de algunos de ellos de llevarle a su casa para permitirles seguir divirtiéndose –aunque en aquel local sí que bebió alguna copa con alcohol–, salió de allí sin más dilación para coger su propio coche, impaciente.
A punto estuvo de colisionar con otro vehículo en un semáforo durante el trayecto, pues se distrajo pensando en su amiga y en lo que le diría en cuanto la viera. Al llegar a su edificio unos quince minutos después de dejar a sus compañeros, comprobó que su amiga no estaba allí, por lo que se limitó a irse a dormir.
Tumbado en la cama con la mirada fija en el techo, apenas pudo pegar ojo. Deseaba que aquella interminable noche acabase y llegase el nuevo día.
Creyendo que acabaría volviéndole loco, se le ocurrió levantarse del lecho para ver la televisión o leer un libro, esperando que al menos eso le distrajera e hiciera la noche más amena. Pero decidió permanecer bajo las cálidas sábanas, luchando por dejar la mente en blanco.
El sargento de la policía Axel Bouvier fue quien dirigió la captura de Petrov. Su comisario Isaac Blanc, le citó aquel día por la noche en el hotel Reine Astrid para hablar del ascenso del sargento a inspector. Y así se presentó Axel en el hotel a la hora asignada, puntual y contento, a lo que creía que sería una reunión privada con su superior.
Sin embargo, no era una simple reunión, y mucho menos privada. Orgulloso por su sargento, el comisario citó también allí a los compañeros de su subalterno para celebrar no sólo el ascenso, sino también el éxito de la intervención, además del trigésimo primer cumpleaños Bouvier, dándole así una sorpresa al nuevo inspector.
En total eran alrededor de veinte personas en la celebración, entre ellos Marcus, compañero asignado y amigo más cercano de Axel. Entre vítores, alabanzas y bromas al recién ascendido, los compañeros conversaban jovialmente sobre la exitosa operación y sus planes de futuro mientras tomaban unas cervezas sin alcohol.
Reacio a alardear y algo incómodo en aquella situación, el inspector soportaba los comentarios de sus compañeros con una sonrisa. Él era el más receloso de lo que pasaba a su alrededor, por lo que observaba con detalle incluso a los camareros que les servían las bebidas mientras sus compañeros permanecían absortos en su conversación.
La velada transcurrió plácidamente, hasta que los agentes de la ley empezaron a retirarse alrededor de a las dos de la noche. Los compañeros del inspector quisieron irse con éste a seguir con el festejo a algún otro lugar más festivo, con el permiso de su comisario, quien, a pesar de que debían trabajar al día siguiente, les dejó aquella merecida noche y el día siguiente para ellos mientras él se retiraba.
Axel aceptó. En el local al que fueron, algunos de los policías bailaron con compañeros del sexo opuesto y los más atrevidos bailaron solos, de una manera que al resto le pareció lamentable a la par que divertida. Por su parte, el recién ascendido permaneció junto a la barra con algunos de sus compañeros y solo bailó, aunque algo avergonzado, cuando varias de sus compañeras le arrastraron a la vez hacia la pista. Bailó con las chicas, agarrados por la cintura entre sí formando un círculo hasta que algunos de sus compañeros varones se unieron al corro.
Cuando terminó el baile y volvió a la barra, al inspector se le ocurrió sacar su teléfono móvil de su bolsillo para comprobar si alguien había intentado contactar con él en algún momento sin que se enterase. Se sorprendió al ver un mensaje de Denise, su vieja amiga y ex novia del instituto.
Denise Lambert era una relaciones públicas de un importante hotel de París, nacida en Lyon al igual que Axel, que tuvo que trasladarse por trabajo. El inspector no la había vuelto a ver desde hacía unos dos años.
El mensaje decía que la mujer había pedido un par de días libres para ir a verle a Lyon por su cumpleaños porque tenía ganas de verle y recordar viejos tiempos. Dijo que le esperaría en la puerta de su edificio esa misma noche.
El mensaje había sido enviado sobre las diez y media de la noche, y en aquel momento eran ya cerca de las tres menos cuarto. Agradeciendo que su superior le dejase el día siguiente libre, pensó en llamar inmediatamente a Denise para darle una explicación. Se sentía culpable por no haber visto antes en mensaje.
Pero podría haberla molestado si ella se había cansado de esperar y estaba ya durmiendo en algún sitio, así que decidió que la llamaría a la mañana siguiente.
De todos modos, decidió volver a su apartamento por si ella todavía le esperaba. Se despidió de sus compañeros con calurosos abrazos y besos y, rechazando la oferta de algunos de ellos de llevarle a su casa para permitirles seguir divirtiéndose –aunque en aquel local sí que bebió alguna copa con alcohol–, salió de allí sin más dilación para coger su propio coche, impaciente.
A punto estuvo de colisionar con otro vehículo en un semáforo durante el trayecto, pues se distrajo pensando en su amiga y en lo que le diría en cuanto la viera. Al llegar a su edificio unos quince minutos después de dejar a sus compañeros, comprobó que su amiga no estaba allí, por lo que se limitó a irse a dormir.
Tumbado en la cama con la mirada fija en el techo, apenas pudo pegar ojo. Deseaba que aquella interminable noche acabase y llegase el nuevo día.
Creyendo que acabaría volviéndole loco, se le ocurrió levantarse del lecho para ver la televisión o leer un libro, esperando que al menos eso le distrajera e hiciera la noche más amena. Pero decidió permanecer bajo las cálidas sábanas, luchando por dejar la mente en blanco.
1
Reencuentro
Reencuentro
Lyon, Francia, diciembre de 2007
Cuando el inspector Axel Bouvier despertó por fin alrededor de las diez de la mañana, lo primero que hizo fue llamar a su amiga. Pero prefirió arreglarse, preparándose para salir en cuanto finalizara la llamada, y desayunar tranquilamente primero un café con magdalenas.
Al terminar el desayuno con prisa, cogió impaciente el teléfono móvil y llamó.
–¿Axel? –dijo una voz femenina en cuanto respondieron a la llamada.
–Denise, perdóname. Vi tu mensaje ya de madrugada. No me di cuenta antes.
–Ah, bueno. No te preocupes –contestó la mujer, en tono alegre–. ¿Estabas con alguien?
–Te explicaré lo que pasó cuando nos veamos. ¿Dónde estás? Iré a recogerte –comentó sabiendo que ella no tenía vehículo propio.
La mujer le dio la dirección de un hotel de Lyon. Luego el policía le dijo que iba hacia allí y se apresuró a coger su coche para ponerse en camino.
Al terminar el desayuno con prisa, cogió impaciente el teléfono móvil y llamó.
–¿Axel? –dijo una voz femenina en cuanto respondieron a la llamada.
–Denise, perdóname. Vi tu mensaje ya de madrugada. No me di cuenta antes.
–Ah, bueno. No te preocupes –contestó la mujer, en tono alegre–. ¿Estabas con alguien?
–Te explicaré lo que pasó cuando nos veamos. ¿Dónde estás? Iré a recogerte –comentó sabiendo que ella no tenía vehículo propio.
La mujer le dio la dirección de un hotel de Lyon. Luego el policía le dijo que iba hacia allí y se apresuró a coger su coche para ponerse en camino.
Axel volvió a pensar en su amiga mientras conducía. Recordó momentos pasados de cuando fueron pareja y planeó las palabras que diría. En ese momento se sorprendió a sí mismo con el pulso acelerado.
Denise esperó junto a la entrada de su hotel. Tenía el largo cabello, negro como el azabache, recogido en una coleta y estaba enfundada en una chaqueta de plumas de las que tienen bordado de pelo en la capucha, una minifalda, medias oscuras y zapatos de tacón alto. Tenía las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta, protegiéndolas así del frío, y su mirada oscilaba entre una dirección y la otra de la calle.
Axel no pudo evitar sonreír en cuanto la vio. Detuvo el vehículo frente a la puerta del hotel. Sin bajar del coche, llamó a su amiga, quien corrió hacia el vehículo inmediatamente acompañada por sonoros taconazos.
–¡Hola! –saludó jovialmente la francesa, justo antes de que la ex pareja se diera un fuerte abrazo. En ese momento el inspector olió el fuerte pero dulce perfume femenino y se dieron unos calurosos besos en las mejillas. Después él se apresuró a sacar de allí el coche, pues estaba en medio de la calzada.
–Creí que pude haber hecho el viaje hasta aquí para nada –dijo ella con tono reprobatorio pero bromeando.
–Lo siento. He estado celebrando mi cumpleaños, entre otras cosas –explicó el aludido.
–¿Entre otras cosas? –dijo ella, curiosa–. Tenemos muchas cosas de qué hablar –comentó mientras se frotaba las manos para entrar en calor.
–¿A dónde quieres ir? –Axel supuso que a su amiga podría apetecerle ir, por ejemplo, a pasear por su ciudad natal, la que tanto tiempo llevaba sin ver.
Teniendo en cuenta que aún era pronto para ir a un restaurante, Denise sugirió que se fueran a pasear. Así que el inspector fue hasta su casa para dejar allí el coche y para que ella dejase su equipaje, y luego se fueron andando a dar una vuelta por la ciudad en la que ambos amigos crecieron. Empezaron a hablar sobre lo que habían hecho durante los dos últimos años. Él contó en primer lugar que le acababan de ascender por el arresto de un importante criminal.
–¡Eso es genial! –exclamó ella–. Me alegro por ti.
Denise esperó junto a la entrada de su hotel. Tenía el largo cabello, negro como el azabache, recogido en una coleta y estaba enfundada en una chaqueta de plumas de las que tienen bordado de pelo en la capucha, una minifalda, medias oscuras y zapatos de tacón alto. Tenía las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta, protegiéndolas así del frío, y su mirada oscilaba entre una dirección y la otra de la calle.
Axel no pudo evitar sonreír en cuanto la vio. Detuvo el vehículo frente a la puerta del hotel. Sin bajar del coche, llamó a su amiga, quien corrió hacia el vehículo inmediatamente acompañada por sonoros taconazos.
–¡Hola! –saludó jovialmente la francesa, justo antes de que la ex pareja se diera un fuerte abrazo. En ese momento el inspector olió el fuerte pero dulce perfume femenino y se dieron unos calurosos besos en las mejillas. Después él se apresuró a sacar de allí el coche, pues estaba en medio de la calzada.
–Creí que pude haber hecho el viaje hasta aquí para nada –dijo ella con tono reprobatorio pero bromeando.
–Lo siento. He estado celebrando mi cumpleaños, entre otras cosas –explicó el aludido.
–¿Entre otras cosas? –dijo ella, curiosa–. Tenemos muchas cosas de qué hablar –comentó mientras se frotaba las manos para entrar en calor.
–¿A dónde quieres ir? –Axel supuso que a su amiga podría apetecerle ir, por ejemplo, a pasear por su ciudad natal, la que tanto tiempo llevaba sin ver.
Teniendo en cuenta que aún era pronto para ir a un restaurante, Denise sugirió que se fueran a pasear. Así que el inspector fue hasta su casa para dejar allí el coche y para que ella dejase su equipaje, y luego se fueron andando a dar una vuelta por la ciudad en la que ambos amigos crecieron. Empezaron a hablar sobre lo que habían hecho durante los dos últimos años. Él contó en primer lugar que le acababan de ascender por el arresto de un importante criminal.
–¡Eso es genial! –exclamó ella–. Me alegro por ti.
Después ambos se contaron lo que habían hecho durante el tiempo que llevaban sin verse y recordaron viejos tiempos.
Hablaron durante todo el día hasta que, después de cenar en el Brasserie du BA, fueron al apartamento de Axel. Al entrar los dos amigos abrazados en el ascensor para subir al piso del policía, un hombre apareció como de la nada y bloqueó las puertas para entrar cuando éstas ya se cerraban.
Por su profesión, Axel estaba acostumbrado a fijarse en la gente, así que examinó a aquel individuo. Tenía un aspecto corriente. Llevaba una sencilla chaqueta de color marrón, unos pantalones vaqueros azules y, aunque no era calvo, se cortaba el pelo al cero. Pero el policía notó un acento extraño al saludarles aquel tipo. Un acento que le pareció de... ¿Europa del este, quizá? Además éste ni siquiera les miró a la cara al entrar en el ascensor, manteniendo la cabeza baja incluso al salir, lo que extrañó al precavido inspector.
El desconocido se dirigió a la misma planta que ellos. Al llegar, el individuo dejó pasar primero a la pareja, que se fue por un lado y él se fue por el otro. Antes de llegar hasta el apartamento, Axel volvió la mirada atrás para asegurarse de que ni el sujeto que les acompañó en el ascensor ni nadie más les observaba. Al no ver a nadie, abrió la puerta rápidamente, empujó a su amiga, suavemente pero con prisa, hacia el interior de la vivienda y, después de echar un último vistazo al pasillo, entró él. Cerró la puerta tras de sí rápidamente.
–¿Qué pasa? –indagó Denise al ver su extraño comportamiento.
–¿Eh? Nada. ¿Por qué iba a pasar algo? Todo va bien. Todo va estupendamente.
–Ya. ¿Crees que pueden estar siguiéndonos, inspector? Eres un paranoico... –bromeó la mujer.
“Es posible”, pensó el aludido con humor.
Al comprobar que en el apartamento hacía buena temperatura, Denise se quitó el grueso abrigo para quedarse solo con el ceñido y escotado top blanco, que hacía contraste con la ajustada minifalda azul y las medias. Lo dejó en el respaldo del sofá del salón junto con su pequeño bolso y se soltó el pelo. El inspector también se quitó su chaqueta.
Axel le preguntó a su ex novia si quería tomar algo. Ella sugirió que se tomaran unas copas de champán, se sentaron en el salón y siguieron la conversación. Allí el anfitrión constató que su amiga era aún más hermosa de lo que recordaba.
Hablaron durante todo el día hasta que, después de cenar en el Brasserie du BA, fueron al apartamento de Axel. Al entrar los dos amigos abrazados en el ascensor para subir al piso del policía, un hombre apareció como de la nada y bloqueó las puertas para entrar cuando éstas ya se cerraban.
Por su profesión, Axel estaba acostumbrado a fijarse en la gente, así que examinó a aquel individuo. Tenía un aspecto corriente. Llevaba una sencilla chaqueta de color marrón, unos pantalones vaqueros azules y, aunque no era calvo, se cortaba el pelo al cero. Pero el policía notó un acento extraño al saludarles aquel tipo. Un acento que le pareció de... ¿Europa del este, quizá? Además éste ni siquiera les miró a la cara al entrar en el ascensor, manteniendo la cabeza baja incluso al salir, lo que extrañó al precavido inspector.
El desconocido se dirigió a la misma planta que ellos. Al llegar, el individuo dejó pasar primero a la pareja, que se fue por un lado y él se fue por el otro. Antes de llegar hasta el apartamento, Axel volvió la mirada atrás para asegurarse de que ni el sujeto que les acompañó en el ascensor ni nadie más les observaba. Al no ver a nadie, abrió la puerta rápidamente, empujó a su amiga, suavemente pero con prisa, hacia el interior de la vivienda y, después de echar un último vistazo al pasillo, entró él. Cerró la puerta tras de sí rápidamente.
–¿Qué pasa? –indagó Denise al ver su extraño comportamiento.
–¿Eh? Nada. ¿Por qué iba a pasar algo? Todo va bien. Todo va estupendamente.
–Ya. ¿Crees que pueden estar siguiéndonos, inspector? Eres un paranoico... –bromeó la mujer.
“Es posible”, pensó el aludido con humor.
Al comprobar que en el apartamento hacía buena temperatura, Denise se quitó el grueso abrigo para quedarse solo con el ceñido y escotado top blanco, que hacía contraste con la ajustada minifalda azul y las medias. Lo dejó en el respaldo del sofá del salón junto con su pequeño bolso y se soltó el pelo. El inspector también se quitó su chaqueta.
Axel le preguntó a su ex novia si quería tomar algo. Ella sugirió que se tomaran unas copas de champán, se sentaron en el salón y siguieron la conversación. Allí el anfitrión constató que su amiga era aún más hermosa de lo que recordaba.
Acabando ya de contarse sus experiencias de los últimos dos años, Denise borró la sonrisa de su rostro para hablar sobre un tema más serio.
–He conocido a alguien, Axel –confesó mirando a su interlocutor a los ojos.
Tras eso, ella permaneció un instante callada, como esperando la reacción del inspector. A éste, a quien le disgustó un poco la noticia, empezaron a venirle a la mente preguntas sobre el tipo que ahora estaba con ella. Aunque también se alegró de que siguiera con su vida como quisiera.
–¿Cuál es su nombre? ¿A qué se dedica? ¿Trabaja contigo en el hotel? –No se mostró demasiado interesado, aunque en realidad le interesaba obtener la máxima información posible sobre la que podría ser la actual o futura pareja de Denise.
Ella respondió a sus primeras preguntas sin evitar detalles. El sujeto, Aaron, resultó ser un compañero del hotel en el que ella trabajaba, pero las continuas preguntas del inspector empezaron a incomodarla.
–He venido para estar con mi amigo, Axel. No con el policía –replicó sonriente–. No hace falta que le investigues. Te aseguro que es un buen hombre.
“Prefiero decidir eso yo mismo”, pensó el aludido.
–Vale, perdona –dijo, esbozando una sonrisa pícara.
Prefería tener un informe sobre aquel sujeto para asegurarse de que efectivamente era un buen tipo y no ocultaba nada extraño, pero lo dejó estar por respeto hacia ella.
La mujer quiso seguir contando cosas sobre su pretendiente.
–Aaron y yo empezamos a salir juntos con otros amigos hasta que él me pidió una cita privada. Eso formalizó nuestra relación. Un año después, hace unos diez días, me pidió que me casase con él. Todavía no le he dado una respuesta.
–¿Por qué no? –Axel se preguntaba por la razón de aquello, ya que ese aron y Denise parecían haber conectado.
“Quizá a ella le parezca demasiado pronto para casarse”, se dijo.
–No sé si le conozco ya lo suficiente –respondió la mujer–. No quiero precipitarme. Además sentía que tenía que contártelo antes. Es un hombre simpático, amable y generoso, y sé que con él podría vivir tranquila –Tras el último comentario, Denise miró a Axel para ver cómo reaccionaba. El inspector captó el mensaje. Con él, su amiga no podría estar tranquila, pues el oficio de policía tenía sus riesgos. El inspector permaneció mirando a su amiga en silencio, pensativo y con la faz libre de emociones, por lo que la mujer retomó el hilo de la conversación–. Aunque dudo que sea tan valiente como tú.
Denise puso una mano sobre la de él, quien cogió la mano de su amiga con la mano libre.
Mientras seguían hablando, el inspector empezó a sentirse mareado. La vista se le nublaba por momentos, por lo que pensó que se había pasado con las copas aquella noche. Pero después descartó la idea al caer en la cuenta de que la copa que tenía en ese momento en la mano era la segunda o la tercera de la noche que contenía alcohol, habiéndose tomado las anteriores en el restaurante con su amiga. Aquel día hizo una excepción, pues no solía tomar bebidas alcohólicas.
–¿Estás bien, Axel? –preguntó Denise, preocupada, en cuanto vio la mala cara del aludido.
–Estoy bien... –respondió él, aunque en realidad no lo creía.
Se frotó los ojos un instante mientras los cerraba con fuerza. Intentaba recuperar la visión y despejar la mente para seguir la conversación.
El aturdido policía no tardó en dejar de prestar atención a lo que decía su amiga, pues se centró en intentar pensar en lo que le pasaba y buscar una manera de resolverlo.
Pero su confundido cerebro no le hacía fácil aquella labor. Mientras trataba de reflexionar, sólo pudo ver cómo el rostro de Denise se difuminaba ante él y cómo el agradable e hipnótico sonido de su voz perdía claridad.
–Axel, ¿me estás escuchando? –Ella vio que él estaba como ausente y puso una mano sobre su brazo.
–Perdona... Creo que no me encuentro bien –El inspector volvía a ser consciente de la presencia de su amiga–. No sé qué me pasa. Estoy... Creo que necesito dormir un poco.
–Te acompaño hasta tu cuarto –informó ella después de poner una mano sobre la frente del policía para comprobar su temperatura. Dejó la copa sobre la mesa y se levantó del sofá para ayudar a Axel a levantarse.
–Perdóname –se disculpó otra vez el aturdido inspector mientras se dirigía a su dormitorio agarrado a Denise.
Se sentía culpable por tener que interrumpir la conversación.
–No te preocupes. Seguiremos hablando mañana, si estás mejor.
Durante el breve trayecto, Axel perdió casi por completo la consciencia de lo que sucedía a su alrededor. Caminando con Denise a su lado, solo notó el suave tacto de las manos de su amiga, que tiraba de él cogiéndole por las manos mientras el inspector mantenía la mirada en sus grandes y oscuros pero difuminados ojos.
En el dormitorio, la mujer ayudó al inspector a tumbarse en la cama y le quitó el calzado. Ella decidió pasar la noche con él en su cama y se quitó el sostén, la minifalda y las medias. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que yacían en la misma cama.
Aunque Axel, que estaba acostado de lado dando la espalda a Denise, apenas podía pensar en nada más en aquel momento que en abandonarse al sueño, al sentir el suave y cálido contacto del cuerpo de su amiga en su espalda cuando ésta se pegó a él para darse calor, echó una mano atrás para tocarla y, casi sin pensarlo, acarició la parte superior del muslo de una de aquellas largas y suaves piernas. Aquello favorecía la idea de abandonarse al sueño. Le hacía revivir además con añoranza los tiempos en los que fueron pareja. Así que se abandonó a él placenteramente abrazado a aquel sinuoso cuerpo femenino.
No obstante, a notar que Denise le rodeaba con un brazo y deslizaba la mano lentamente por su tórax, tuvo un momento de lucidez. En el pasado, le hubiera permitido hacer lo que quisiese, pero en aquel momento había otro hombre en su vida. Cuando aquella mano llegó a su abdomen, la cogió para detener su avance.
–¿Qué haces? –inquirió, entre sorprendido y alarmado.
–Sólo quiero tocarte –contestó ella, sonriendo al intuir lo que él estaba pensando, aunque al parecer algo sorprendida por su oposición–. Lo echaba de menos y hace frío.
–¿Y qué pasa con tu... con Aaron? –Axel se sentía incómodo refiriéndose a la pareja de Denise como “novio”.
–Creo que le quiero –respondió la mujer, ahora más seria–. Pero a ti también. Y siempre lo haré, esté con quien esté. Te hecho mucho de menos –ahora se tomó una breve pausa antes de decir una última cosa–. Pero te agradecería que él no se enterase de que hemos dormido juntos. No te preocupes, no pretendo que hagamos nada inapropiado.
–Como quieras.
No quería arriesgarse a decepcionar a su amiga, especialmente después de haber viajado hasta allí desde París para verle. De todos modos no se encontraba en ese momento en condiciones para resistirse y le atraía la idea de recordar el tacto de aquella mujer. Ignorante de lo que le ocurría, le preocupó que su estado pudiese acabar arrebatándole el control, llevándole a intentar algo que más tarde lamentaría, así que puso todo su empeño en dormirse.
No tardó en perder completamente el conocimiento.
–He conocido a alguien, Axel –confesó mirando a su interlocutor a los ojos.
Tras eso, ella permaneció un instante callada, como esperando la reacción del inspector. A éste, a quien le disgustó un poco la noticia, empezaron a venirle a la mente preguntas sobre el tipo que ahora estaba con ella. Aunque también se alegró de que siguiera con su vida como quisiera.
–¿Cuál es su nombre? ¿A qué se dedica? ¿Trabaja contigo en el hotel? –No se mostró demasiado interesado, aunque en realidad le interesaba obtener la máxima información posible sobre la que podría ser la actual o futura pareja de Denise.
Ella respondió a sus primeras preguntas sin evitar detalles. El sujeto, Aaron, resultó ser un compañero del hotel en el que ella trabajaba, pero las continuas preguntas del inspector empezaron a incomodarla.
–He venido para estar con mi amigo, Axel. No con el policía –replicó sonriente–. No hace falta que le investigues. Te aseguro que es un buen hombre.
“Prefiero decidir eso yo mismo”, pensó el aludido.
–Vale, perdona –dijo, esbozando una sonrisa pícara.
Prefería tener un informe sobre aquel sujeto para asegurarse de que efectivamente era un buen tipo y no ocultaba nada extraño, pero lo dejó estar por respeto hacia ella.
La mujer quiso seguir contando cosas sobre su pretendiente.
–Aaron y yo empezamos a salir juntos con otros amigos hasta que él me pidió una cita privada. Eso formalizó nuestra relación. Un año después, hace unos diez días, me pidió que me casase con él. Todavía no le he dado una respuesta.
–¿Por qué no? –Axel se preguntaba por la razón de aquello, ya que ese aron y Denise parecían haber conectado.
“Quizá a ella le parezca demasiado pronto para casarse”, se dijo.
–No sé si le conozco ya lo suficiente –respondió la mujer–. No quiero precipitarme. Además sentía que tenía que contártelo antes. Es un hombre simpático, amable y generoso, y sé que con él podría vivir tranquila –Tras el último comentario, Denise miró a Axel para ver cómo reaccionaba. El inspector captó el mensaje. Con él, su amiga no podría estar tranquila, pues el oficio de policía tenía sus riesgos. El inspector permaneció mirando a su amiga en silencio, pensativo y con la faz libre de emociones, por lo que la mujer retomó el hilo de la conversación–. Aunque dudo que sea tan valiente como tú.
Denise puso una mano sobre la de él, quien cogió la mano de su amiga con la mano libre.
Mientras seguían hablando, el inspector empezó a sentirse mareado. La vista se le nublaba por momentos, por lo que pensó que se había pasado con las copas aquella noche. Pero después descartó la idea al caer en la cuenta de que la copa que tenía en ese momento en la mano era la segunda o la tercera de la noche que contenía alcohol, habiéndose tomado las anteriores en el restaurante con su amiga. Aquel día hizo una excepción, pues no solía tomar bebidas alcohólicas.
–¿Estás bien, Axel? –preguntó Denise, preocupada, en cuanto vio la mala cara del aludido.
–Estoy bien... –respondió él, aunque en realidad no lo creía.
Se frotó los ojos un instante mientras los cerraba con fuerza. Intentaba recuperar la visión y despejar la mente para seguir la conversación.
El aturdido policía no tardó en dejar de prestar atención a lo que decía su amiga, pues se centró en intentar pensar en lo que le pasaba y buscar una manera de resolverlo.
Pero su confundido cerebro no le hacía fácil aquella labor. Mientras trataba de reflexionar, sólo pudo ver cómo el rostro de Denise se difuminaba ante él y cómo el agradable e hipnótico sonido de su voz perdía claridad.
–Axel, ¿me estás escuchando? –Ella vio que él estaba como ausente y puso una mano sobre su brazo.
–Perdona... Creo que no me encuentro bien –El inspector volvía a ser consciente de la presencia de su amiga–. No sé qué me pasa. Estoy... Creo que necesito dormir un poco.
–Te acompaño hasta tu cuarto –informó ella después de poner una mano sobre la frente del policía para comprobar su temperatura. Dejó la copa sobre la mesa y se levantó del sofá para ayudar a Axel a levantarse.
–Perdóname –se disculpó otra vez el aturdido inspector mientras se dirigía a su dormitorio agarrado a Denise.
Se sentía culpable por tener que interrumpir la conversación.
–No te preocupes. Seguiremos hablando mañana, si estás mejor.
Durante el breve trayecto, Axel perdió casi por completo la consciencia de lo que sucedía a su alrededor. Caminando con Denise a su lado, solo notó el suave tacto de las manos de su amiga, que tiraba de él cogiéndole por las manos mientras el inspector mantenía la mirada en sus grandes y oscuros pero difuminados ojos.
En el dormitorio, la mujer ayudó al inspector a tumbarse en la cama y le quitó el calzado. Ella decidió pasar la noche con él en su cama y se quitó el sostén, la minifalda y las medias. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que yacían en la misma cama.
Aunque Axel, que estaba acostado de lado dando la espalda a Denise, apenas podía pensar en nada más en aquel momento que en abandonarse al sueño, al sentir el suave y cálido contacto del cuerpo de su amiga en su espalda cuando ésta se pegó a él para darse calor, echó una mano atrás para tocarla y, casi sin pensarlo, acarició la parte superior del muslo de una de aquellas largas y suaves piernas. Aquello favorecía la idea de abandonarse al sueño. Le hacía revivir además con añoranza los tiempos en los que fueron pareja. Así que se abandonó a él placenteramente abrazado a aquel sinuoso cuerpo femenino.
No obstante, a notar que Denise le rodeaba con un brazo y deslizaba la mano lentamente por su tórax, tuvo un momento de lucidez. En el pasado, le hubiera permitido hacer lo que quisiese, pero en aquel momento había otro hombre en su vida. Cuando aquella mano llegó a su abdomen, la cogió para detener su avance.
–¿Qué haces? –inquirió, entre sorprendido y alarmado.
–Sólo quiero tocarte –contestó ella, sonriendo al intuir lo que él estaba pensando, aunque al parecer algo sorprendida por su oposición–. Lo echaba de menos y hace frío.
–¿Y qué pasa con tu... con Aaron? –Axel se sentía incómodo refiriéndose a la pareja de Denise como “novio”.
–Creo que le quiero –respondió la mujer, ahora más seria–. Pero a ti también. Y siempre lo haré, esté con quien esté. Te hecho mucho de menos –ahora se tomó una breve pausa antes de decir una última cosa–. Pero te agradecería que él no se enterase de que hemos dormido juntos. No te preocupes, no pretendo que hagamos nada inapropiado.
–Como quieras.
No quería arriesgarse a decepcionar a su amiga, especialmente después de haber viajado hasta allí desde París para verle. De todos modos no se encontraba en ese momento en condiciones para resistirse y le atraía la idea de recordar el tacto de aquella mujer. Ignorante de lo que le ocurría, le preocupó que su estado pudiese acabar arrebatándole el control, llevándole a intentar algo que más tarde lamentaría, así que puso todo su empeño en dormirse.
No tardó en perder completamente el conocimiento.
Comentarios
Publicar un comentario
Escribe aquí tu comentario.